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viernes, 24 de julio de 2015

ROSAS DE INVIERNO relatos de jaeltete

ROSAS DE INVIERNO
Subió las escaleras arrastrando su pollera, por los escalones gastados del viejo edificio de la calle Perú. Sus manos sintieron la humedad de Buenos Aires al sostenerse en la baranda de madera. Con dificultad sus piernas hicieron un esfuerzo para llegar al segundo piso y tocar la puerta del departamento de Andrea John, una extranjera llegada no hace mucho al país, quien dormía profundamente a esa hora de la mañana, las nueve para ser más exacto. La despertó el golpe en la puerta y sus pies se deslizaron por el parquet de su amplio departamento, se pregunto quién sería, había olvidado que ese día llegaría Leona, la vieja empleada de don Isaías, viejo millonario que vio nacer a su empleada en la mansión de Palermo. Quien nació, creció y sirvió desde niña a su familia. Antes de morir se la encomendó a Andrea como su más preciado tesoro, le pidió que la cuidara, ya la pobre no era mucho lo que podía hacer.
Andrea estiró sus brazos para despertarse, sus cabellos despeinados, los parpados pegados después de una noche trasnochada. Abrió la puerta, vio aquellos ojos cansados de tanto mirar la vida, invadiendola en una inmensa ternura. Entonces comprendió a Isaías porque se la encargo tanto._ ¡Tu eres Leona! –dijo aquella boca extranjera, al mismo tiempo que una sonrisa se dibujaba en sus labios. La anciana la miro sin sorprenderse, solo emitió un –Si señorita -y esperó que se le ordenara lo que tenía que hacer.
Sé le destinó un cuarto pequeño, como el que tuvo en la mansión de Palermo. Toda una vida metida en aquellas cuatro paredes con ventanal al jardín, era lo único lindo que tenia, la vista de las plantas verdes que le provocaban una esperanza en la vida, la que nunca llego hacerse realidad en aquellos sueños de chica pobre nacida en la nada. Hija de una mucama engañada que la dejo a los ocho años para partir hacia otro mundo, un lugar de donde no se vuelve y a su edad recién empezaba a descrubrir.Fue así, de repente, que conoció el rostro de la muerte, devorando sin piedad lo que más amaba.
Se quedó así quietita como está ahora en ese cuartito chiquito, viendo como en una vidriera la vida le pasaba a los otros, porque ella solo había nacido para ser espectadora. No tuvo novio  porque fue poco lo que salió, se sentía más segura en aquella inmensa casa de gente rica que caminando en las calles de un Buenos Aires atrevido, donde los hombres la miraban, las parejas se besaban en la calle, en los trenes, en todas partes y ella, que hacia allí, ese no era su lugar, era mejor estar metida en la cocina lavando las ollas  o pasando el lustre a los finos muebles ajenos, que andar por la calle caminando sin rumbo ,si ni amigas tenia, ni familia donde ir a llorar sus penas.
Isaías era elegante, educado y bien parecido, su presencia impactaba en cualquier lugar que fuera. Era el único que le hablaba. Le preguntaba aquellas cosas simples que tenían que ver con una niña y más tarde con una muchacha, así, a medida que pasaba el tiempo el preguntaba y ella respondía con la simpleza que la caracterizaba, cabeza gacha y una tímida sonrisa que le provocaba el señor de la casa.
No tuvo fiesta de cumpleaños a diferencias de las tres hermanas de Isaías que tiraban la casa por la ventana cada vez que llegaba un nuevo aniversario de su inútil existencia. Era Isaías que cada año le regalaba una rosa a la que guardaba en un libro y así tuvo muchas rosas secas en aquel libro que iba envejeciendo junto a ella.
Los señores de la casa un día se fueron, como lo hiso su madre aquel día en que ella tenía ocho años. Entonces, ella quedaba sola en su casa viendo como los demás despedían a sus seres queridos, ella no podía estar, como hacerlo si era simplemente la sirvienta. 
Los años pasaron y el tiempo fue dejando huellas. Los cuatro hermanos quedaron para vestir santos. El amor había pasado de largo en la mansión del barrio de Palermo, como que no se había animado a entrar en aquellas vidas. Fueron ellas las que se fueron a vivir a Europa dejando solo a Isaías en la vieja mansión. Solo, con Leona. Él, en su amplia sala leyendo algún libro para soportar la soledad y ella en su cuartito chiquito observando las plantas verdes del jardín,viendo pasar el paisaje desolado del invierno, o aquellos brotes de primavera que solo parecían revivir en las plantas porque en las personas de aquel lugar ya nada renacía. Don Isaías comía solo en la mesa larga del comedor, ella lo hacía en la cocina. Después el personal se marchaba y la casa quedaba con aquel silencio que lastimaba el alma. Así pasaban los días conviviendo con la soledad.
Aquél día Leona caminaba por el gastado piso del jardín. Cuántos habrán caminado por aquel sendero rodeado de flores. El frio la abrazó y ella cubrió su cuello con la manta, Isaías la miraba mientras cortaba una flor de aquel invierno que parecía no querer irse.-Feliz cumpleaños - le dijo –este año es una azalea no hay rosas. La sumisa mujer tomo la flor, lo miro a los ojos y sonrió.Ese día hablaron mucho, como si en un instante se le fuera el tiempo, supo todo de él y él lo poco que Leona tenia para contar de una vida demasiado simple. 
Lo vio caminar cansado, lo acompaño a partir en aquella fría tarde de invierno, en aquella soledad sin sentido en que los sentimientos reprimidos dejaron huellas en los habitantes de aquella casa. Después junto todas las rosas secas que tenía guardado en aquel libro de hojas amarillas con olor a humedad y las dejo entre sus manos. Sé ahogo en lágrimas, no pudo respirar, demasiado tarde para escuchar de su boca aquella tarde de invierno donde el frio te lastima, que no conoció el amor, fue lo último que dijo y se fue en paz, con sus rosas secas entre sus manos.
Ahora está en el cuarto chiquito del amplio departamento, ahora no hay ventanal, ni el verde de las plantas, solo un pequeño ventiluz que deja ver el cielo gris de Buenos Aires. 
Es muy tarde, la señorita Andrea comienza a trasnochar en la sala del departamento, escribe una historia que le cuesta continuar. Sus pies siempre descalzos deslizándose por el parquet llegan y se detienen frente a la pequeña habitación de Leona –¿Sabes Leona? No puedo seguir con mi historia, es un cuento, pero no puedo continuarla. Entonces Leona la mira con los ojos del tiempo, tan fina y distinguida Andrea, tan joven para continuar una historia no vivida, se pregunta que sabrá de aquellos personajes. –Señorita, no es usted quien tiene que escribir la historia, deje que lo hagan ellos, si no es hoy, algún día será.
Se quedaron hasta tarde conversando, era la primera vez que Leona no sentía la soledad, podía hablar con alguien de igual a igual.
Apenas unos días habían pasado de su llegada y ya se perfilaba la primavera, comenzaba a sentirse en el aire aquel aroma tan especial, entonses llego la inevitable pregunta -¿Quieres venir conmigo a Londres? No hubo mucho que pensar, un sí como respuesta fue todo. Sintió en aquel momento que ya daba lo mismo, no tenía un país que extrañar porque ni siquiera lo había conocido, ni cuartito con ventanal, ni el verde de las plantas que fueron su nido toda su vida. Ahora todo aquello era un recuerdo, solo le quedaba un libro viejo entre sus manos y una azalea aun sin marchitar.
La señorita Andrea, de sonrisa sincera y acento extranjero, tiene los ojos claros y sus cabellos son rubios, se desliza por el piso de parquet con sus pies descalzos, escribe toda la noche, por las mañanas duerme. Leona le enseño a tomar mate. Después se va dormir para no interrumpir la inspiración de aquella joven escritora.
 La señorita Andrea prepara un almuerzo, pone dos platos en la mesa y la invita como todos los días a sentarse frente a ella. Ahora Leona habla de cosas simples, le cuenta alguna historia de vida, de otros, de su época, la muchacha la escucha con atención. Por primera vez siente que la vida la acaricia.
Subió al avión con sus piernas cansadas y sus ojos vieron por última vez el cielo de Buenos Aires. Entonces, antes de que se marchitara en su libro viejo arrojo la última flor que un hombre le regalara.

  
                                                

martes, 5 de mayo de 2015

A LA FRANCESA

Voy a contarles la historia de Javier, un muchacho  fachero y  bastante mujeriego
Nuestro protagonista vivia en un sencillo barrió porteño con su familia, su hermana Pocha,que además de ser soltera tenia un nene de dos años, por supuesto no podia faltar  papá y mamá.
Javier era empleado del banco.
 Una vida simple y acomodada, no se privaba de nada.
 Su madre, se llenaba la boca hablando de su hijo cuando salía a barrer la vereda;    
  -¡Mi hijo trabaja en el banco! - le decía a las vecinas,o cuando iba al almacén  -¡ Mi nene es banquero! ¡Mi marido trabaja en obras sanitarias de la nación! -agrandada como ella sola.
El tenia veintisiete años y su novia del barrio unos pocos menos que el. Pero también estaba la amante, una rubia espectacular de treinta y cuatro, que vivía a la vuelta de su casa. Y como si fuera poco andaba arrastrándole el ala a una rubiecita de dieciséis.
 No dejaba títere con cabeza, y eso que no pienso contarles todas las que pasaron.
Aconteció un día que despertó con la idea de irse a vivir solo. Entonces ardioTroya, porque ni la mamá, ni la noviecita, aprobaban semejante disparate. Hasta los suegros pusieron el grito en el cielo, -¡Vos nena no vas a ir al departamento de un hombre soltero! ¡Que va a decir la gente! – decía la señora.
 Aunque la nena bastante crecidita por cierto, hacía rato que había perdido la vergüenza ante la mirada de Javier.
La cosa que a nuestro amigo le importo poco los comentarios  y se fue.¡ La vida que se daba! Ustedes ya se imaginaran. De todas maneras siempre iba al barrio a ver a su novia, aunque le tiraba mas ver a  la rubiecita y allí andaba dándoles vueltas.
Al cabo de unos días golpearon la puerta del depto.¡ Que creen! Al abrir la puerta en realidad abrió la entrada al paraíso. Porque Javier sintió en aquel momento que andaba entre las nubes, un coro de ángeles le susurraban al oído
Y todo porque ante él se  encontraba un hermosa cincuentona, de  esas que están muy bien conservadas, pero que fue y seguirá siendo bella el resto de su vida. La carita sonriente, una onda Marilin, niña, mujer, aunque ya de niña no tenía nada, pero era muy linda la condenada. El cabello bien corto, castaño oscuro, calzas insinuando sus curvas y una remera muy escotada.
Con un sensual francés y estirando la boca como si lo fuera a besar, primero emitió  un bonjour, bonjour  y  le dijo que se le había tapado la cañería. O sea que era  francesa la vecinita, por lo tanto él no le entendía y ella repetía y repetía lo mismo.
 Finalmente ella le tomo la mano y con un gesto le pidió que la siguiera
Al ingresar al departamento se dio cuenta de que se trataba. Pobre Javier, sentado toda la vida en un escritorio no conocía un caño ni loco. Pero hizo lo que pudo. Por supuesto, inundo toda la cocina cuando desarmo el sifón que está debajo de la pileta. –Oh messiue, messieu, - decía la francesa
-Ya estamos, ya estamos – decía él,- ya estamos  inundados.
Y así  ella observándolo, y el limpiando el piso.
Se llamaba Catherine, un día lo invito a tomar café, en señal de agradecimiento y vinieron muchos más. Ella le histerisquiaba y el la avanzaba, entonces ella ponía distancia.
 Se estaba volviendo loco por aquella mujer, tanto que era capaz de hacer cualquier cosa por tenerla, como salirle de garantía para comprar unos cuanto electrodomésticos.
Y siguieron viéndose todos los días.
Salían a pasear, al cine, a cenar, siempre pagaba el. Tan galante Javier.
Por ella empezó a ir al gimnasio y hasta comenzó a correr.
 Ctherine Bouvier, francesa, propietaria de campos en su país, por lo menos así figuraba en sus datos cuando nuestro amigo le salió de garantía para sacar un abultado préstamo en el banco.
Le pidió que la ayudara a conseguir aquel dinero, ya que tenía un negocio en vista y no lo podía perder. Fue cuando aquella mañana la encontró llorando porque su hermano no había podido viajar  porque se le había muerto el perro….
Por su casa hacia mucho que no iba. Su madre lo fue a ver, y tuvo que aguantar sus reproches.
 Y al día siguiente su novia  fue a molestar,- Que ya no venís a verme, no ves que no me dejan venir – Javier la miro y le pidió que se fuera, es que no andaba muy bien.
 Sucede que hacía días que no la veía. La última vez  fue cuando le otorgaron el préstamo.
Los días pasaban y nada de su vecina. Hasta que le llegó una orden por falta de pago por los electrodomésticos.
Entonces comenzó a sentir algo raro y forzando la puerta del departamento comprobó que estaba vacío. No quedaban ni los muebles  y ni huellas de la francesa.
Y Javier se lo tenía merecido por poyerudo, mujer que veía se le tiraba.
A partir de aquel momento comenzó la búsqueda preguntándole al portero, a los vecinos del depto, en el gimnasio, pero nadie sabía nada, se la había tragado la tierra a la francesa.
 Fue pasando el tiempo hasta que se dio cuenta que además lo había estafado con el préstamo.
Pero como encontrarla. Seguramente tendría otro nombre y lo que es peor, ya no estaría en el país.Viajar a Francia pensó, pero adonde ir a buscarla, por dónde empezar.
Javier estaba desecho y lo que es peor su situación económica hacía prever que debería  regresar al barrio.

En otra punta de la ciudad, en un barrio  humilde, una mujer va a buscar a su nieta al colegio 
-¡Hola abuela!
-¡Ya te dije que me digas tía – le dijo la mujer a su nieta
 Llegó a una casa bastante bien puesta, al menos comparada con las demás.  Allí  la esperaba su familia, un hijo alcohólico, una hija soltera  y un montón de  nietos.
-¡Y mamá! –dijo el hijo- No conseguiste más trabajo desde que cuidabas a la viejita. Mira que se están terminando los ahorros. Y está difícil conseguir laburo. Desde que la madre los abandono, se me hace difícil cuidarlos. Encima a la Teresita hay que llevarla al extranjero para que la operen del corazón. Yo no sirvo para nada mamá, no me  quieren dar laburo en ningún lado.
-¡Por  borracho no conseguís trabajo!.- lo increpo´ su hermana
-Es que desde que la Flor me dejo, ya no tengo más ganas de nada.
Se llama Juana.  Desde hace algún tiempo- ya ni  recuerda cuando fue- comenzó a ser estafadora. La última vez fue una  encantadora francesa. Aprendió el oficio de su tío, que falsificaba documentos a los delincuentes. Ella nació en ese barrio y vio como deambulaban   personajes por su casa, a los que su tío les entregaba unos papeles, así decía ella Después con los años se fue dando cuenta de que se trataba, y más tarde se convirtió en su mejor alumna.
Se junto con  el que fuera el padre de sus hijos, pero este se murió porque el alcohol se lo llevo. Y se quedó sola para criarlos, en un mundo marginado donde nadie le quería dar trabajo porque sabían donde vivía y a qué familia pertenecía. Entonces se fue acostumbrando a hacer lo único que se aprendía en aquel lugar, pero eso sí, menos prostituta.
Ahora ella maneja el negocio allí. Se preocupa por los niños y alguna vez  pensó en sacarlos del barrio y en eso está concentrada ahora.
Ya tiene una casa que compró hace poco con un préstamo que sacó del banco. Pero necesita más dinero, tiene que operar a su nieta.
Don Orlando es un señor mayor que la  mira con cariño. Ella sabe, se dio cuenta y ya tiene planeado seducir al viejito. Seguramente le pondrá a su nombre alguna de sus propiedades o algo le va a sacar para operar a Teresita.
Pero las cosas no son tan  fáciles como creía. El viejo no es tonto, quiere sexo y es muy amarrete. Tan amarrete que no se caso para no compartir la plata con la mujer.
No le quedara otra que falsificarle la firma y eso lo sabe hacer. Pero mientras, tiene que seguir ganándose la confianza del hombre y después seguramente tendrá que desaparecer.
Sabe que se avecinan tiempos difíciles, tiene que dejar todo organizado. No confía en nadie. Ella y los niños se encuentran muy solos y si le pasara algo a ella quien los cuidaría. El padre no sirve y su hija solo sabe andar enfiestada. Prácticamente los niños se cuidan solos, los más grandes  atienden a los más chicos.
Tiene que salvar a los niños de aquella vida. Es por eso que una mañana, le dice a sus hijos que se lleva a los niños a un internado. En realidad  los llevó  a la otra casa, que está en una zona residencial.
Ahora es Ornella Giovanni, una italiana que vive allí con sus sobrinos argentinos los que perdieron a sus padres en un accidente y ella viajo para cuidarlos.
 Está cambiada, es una mujer mayor, con anteojos de aumentos, el cabello recogido con un  aplique, las polleras amplias y la chaqueta suelta.
Contrató a una mujer para que los cuide. Los niños están bien enseñados, ninguno comete ningún error.
 Ella es la tía Ornella. comparte el día, un poco con los niños, luego se saca el disfraz y vuelve  al barrio. Tiene que terminar el trabajo con don Orlando.

Javier ya no es el mismo. A regresado con su familia  y  realmente no soporta a nadie.
Esta encerrado en su habitación casi todo el tiempo. Del trabajo a su dormitorio y así pasa los días.
Es el comentario  de la familia.
Es que el se enamoró de la francesa, bueno, de Juana. Ya no sabe qué hacer, quiere verla otra vez. No la denunció porque ya  no le importa lo que izo, ahora vive de los recuerdos.
Y sale a caminar, ahora deja su cuarto y perdiéndose en las calles de Buenos Aires, enjuaga una lágrima, esa que tenía  guardada y le lastimaba el pecho.
Anochece cuando llega a su casa. Como habrán cambiado las cosas, si aquel barrio tan querido donde se crio, ahora, siente hastío regresar a él.
Su mano se desliza por el  picaporte de la puerta cuando la voz de una mujer le dice –Señor Javier, tengo esta nota para usted- la anciana le deja la nota y sale corriendo.
Entonces  no entiende nada, nunca vio a una anciana correr de esa manera.
La nota dice. “Javier, se que estas molesto conmigo, pero no tengo a quien recurrir. Sos el único que puede ayudar a mis sobrinos, si yo llego a caer en cana o lo más probable que me valla del país. Estoy metida en un lio muy grande. Sé que me porte mal con vos. Después te explico. Aquí te dejo la dirección. Tenés que hacerte cargo de los chicos y de Teresita que se tiene que operar en la China”.
El grito que dio Javier despertó a todo el barrio
-¡Pero quien se cree que es!  ¡Encima me dice, sé que estas molesto conmigo! Muy molesto estoy,  tanto que la tengo que ver ahora mismo.
Y si, Javier se fue en ese mismo momento a  aquella casa donde encontró a  los niñitos. 
La señora que los cuida es muy buena, pero no sabe mucho, solo le hablaba de una italiana.
-¡Ahora es una italiana! ¡Pero ya la voy a encontrar!
Y así se hace cargo de los niñitos.
Juana va a ver los niños cuando el esta trabajando en el banco.
Pronto será la operación de Teresita, a la que se ha  ganado toda su confianza.
Cierto día en que la lleva a pasear al parque en su silla de ruedas…
-¿Decime Teresita, donde está tu tía Cátherin? Bueno Ornella, no sé¿ Vos sabes dónde puedo encontrar a tu tía?
-Mi abuela se llama Juana y vive en  Villa  La puñalada y preguntá por la sobrina del cuervo y te van a decir cuál es la casa.
-¡Ah era abuela la condenada! ¡Gracias Teresita te amo!.
El cielo cubierto de nubes oscuras anuncia tormenta. Comienza a levantarse viento y algunas gotas de lluvia van cayendo bruscamente. Se refugia en su sobretodo oscuro, entonces la ve. 
Va corriendo por el callejón con sus calzas negras y su remera escotada, su pelo cortó ahora  mojado por la lluvia que ha empezado a caer con más intensidad. La alcanza y tomándola de un brazo la da vuelta y la estampa contra la pared de la vieja casa que está en  el callejón, y, allí  bajo la lluvia y el viento que parecía llevárselo todo  besa su boca y sus manos se deslizan por sus caderas despojándola de sus calzas y la ama desesperadamente bajo la lluvia  hasta llegar a desfallecer de pasión.
Después, sin decir nada, y cuando aún no ha dejado de llover se va dejándola sola en el callejón. Ella ingresa a la casa abandonada y se queda allí, quieta, temblando, cuando escucha su vos.
-¡Porque lo hiciste? ¡Porque a mí ?
--Te había investigado
-¡Que peligrosa sos!
-¡Te pido por favor no dejes a los chicos! ¡Sos el único en quien confió!,
-¿Sabias que me enamore de vos?
-¡Nosotros no podemos hablar de amor! ¡Yo soy una delincuente! A parte soy mucho mayor que vos pendejo, o no te distes cuenta. Vos sos un buen hombre Y los niños, Teresita… ¡Por favor no los abandones!.
Ha dejado de llover. Salen de  la casa, caminan una cuadra en silencio, uno al lado del otro, sin rozarse siquiera, como si fuera dos extraños.
 Primero aparece  uno, después otro,  tres patrulleros se detienen. Los uniformados se bajan del vehículo, ella camina hacia ellos y entregando sus manos  le ponen las esposas
Entonces él la ve ingresar al móvil policial.
Después los vehículos se van, ella no se vuelve. El se queda con ese sabor amargo.
Javier va al barrio de Juana. Su hija lo recibe. El le cuenta parte de la historia.
-Estos son documentos falsos –dice la muchacha- con los que mi madre iba a dejar el país. Además de este disfraz de religiosa. Algo pasó y no sé que pudo haber ocurrido que perdió el avión.¿ Usted tiene idea de que pudo haber pasado?
-No, yo no sé nada
Quedó con la culpa de haberla retenido en el callejón. De no haber sido así, tenía tiempo para tomar aquel avión
Teresita fue operada con éxito. El hijo de Juana está internado en un centro de rehabilitación. Su hija se izo  cargo de los chicos
Han pasado algunos años.  Juana sale en libertad por buena conducta.

Alguien la espera, alguien que hace mucho tiempo,  sueña, con amar a la francesa.

sábado, 1 de noviembre de 2014

IMAGENES DE SAL




IMÁGENES DE SAL


El noticiero lo dijo, las aguas estaban bajando despues de muchos años. Mis recuerdos dormidos despertaban aquel dia enfrentandose con una realidad a la que jamas crei sucederia,  ahora quisiera que mi memoria fuera como la sal que en tiempos de humedad se convierte en nada. 
El sol acaricia mi rostro en esta tibia mañana de otoño.Mis ojos ven imágenes de sal que se confunden con las que habitan en mi memoria, aquellas que alguna vez tuvieron vida. El paisaje desolado, blanco, como si las manos de un artista  hubiera pintado los arboles.Aunque al ver los escombros parecen las ruinas después de un bombardeo.
Alguna vez fue mi pueblo.Aquel que nos vio abrazados en las calles, locos de amor. Yo con mis disiocho años y vos con veintidós, nada nos importaba más que estar juntos.  Éramos novios. Nos criamos juntos en el ceno de dos familias amigas, muy distintas una de la otra. Tu papa don Alfonzo, era mecánico, vestía mameluco todo el día y su casa era  sencilla, tu mama cocinaba como los dioses, un deambular de amigos y parientes todo el día y ni hablar de los sábados a la noche, mientras que mi padre Juan Pablo, siempre de traje y corbata, contador del Banco, nuestra casa un derroche de lujo, mi madre perfumada, profesora y con mucama, aun así, ellos eran amigos y felices de nuestro amor.
El lago tenía propiedades curativas trayendo gente de todas partes del mundo.Por esas cosas de la naturaleza, llego la sudestada y lentamente sus aguas avanzaron cubriéndolo todo hasta borrar nuestra historia.
 Han quedado algunos objetos en las calles, así como estaban aquel día y eso impresiona tanto como las casas derrumbadas. El agua que es vida, para nosotros fue muerte, porque nos morimos un poco todos al tener que abandonar nuestro hogar.
Nuestros padres eran amigos de la infancia, de ir a pescar, jugar a las bochas, el asado del domingo en familia. Del club donde se juntaban, solo queda algunas letras y restos, solo restos, como todo aquí, una parte por aquí y otra por allá.
Camino entre las ruinas hasta llegar a lo que fue tu casa, lo que fue del taller, del patio donde jugábamos a las escondidas y el que terminaba siempre escondido eras vos, asustándome mientras que yo no hacía más que llorar y decirte que no era más tu amiga.
A los doce años por razones de trabajo de mi padre nos fuimos tres años a vivir a la capital,.Al regresar al pueblo ,paso bastante tiempo hasta que te volviera a ver.
Fue una tarde, mi padre llevaba el auto al taller. Entonces, yo lo acompañe. Estaba sentada en el auto mientras ellos hablaban cuando te vi. Nos quedamos mirando. Me dio pudor tu mirada, ya eras un hombre. Evité volverte a ver, por esas cosas de chica tímida.
Así, pasaron los días hasta que llego aquel beso robado en este mismo jardín, ahora, sin vida. Para que habrá resurgido el pueblo, porque no se habrá quedado como estaba, sepultado bajo las aguas, de la misma forma que estaba mi pasado, y no así, de esta manera que cada lugar me trae tu imagen, cada pedazo de escombro es tu recuerdo, no sé qué hago acá, viéndome aquel día corriendo asustada porque me besaste, no quería verte mas, cuando ibas a mi casa me escondía, me daba vergüenza.
Durante un año te evite. Aunque si te veía con una chica me ponía verde de la bronca, y vos, no me hablaste mas. Estabas enojado conmigo. Hasta que un día yo salía de la escuela, tenía que pasar obligada por tu casa hasta llegar a la mía que estaba en el centro: Se desato entonces una tormenta de viento y lluvia y no me quedo otra que refugiarme en el taller: Estaba toda mojada y vos con tu mameluco engrasado y yo con mi guardapolvo blanco. Estabas solo para colmo, yo parada en la puerta, no quería dar un paso más.
-¡Pasá!-me dijiste- ¡Si no te voy hacer nada!.
-¡No así estoy bien! –contesté asustada
-¡Pero vos que te pensas que soy pendeja! Te ofendiste por un beso. No me hablaste más. Ni que te hubiera querido hacer algo malo. A veces me preguntan, que paso que no somos más amigos y yo no sé qué decir.
-¡Eso es problema mío!.-dije, temblando hasta los dientes.
-¡Sabes que, cuando pare de llover te vas, no te quiero ver aquí!
Yo tiritaba de frio, me sentía tan mal, no sé si fue la lluvia o estar tan cerca de vos pero caí redondita en tus brazos, desmayada.
Después de aquel día, nos volvimos a ver en una fiesta en el lago. Habían pasado algunos meses.Esa noche estaba todo el pueblo, aunque yo solo te vía a vos: Te acercaste a mí, obviamente sali del lugar casi corriendo. Pero esta vez me alcanzaste y me distes tremendo beso del que no me pude resistir y así vinieron muchos más.
Éramos novios, de esos apasionados, que se quieren con locura, posesivos, queridos por todos. Abrazados en las calles de este pueblo que me lastima, al que jamás debí regresar: Ahora no se ve a nadie, solo alguna que otra persona caminando.
Es tan poco lo que quedo de la iglesia donde nos íbamos a casar. No faltaba mucho tiempo, ya estaba casi todo listo Entonces yo decidí estudiar medicina en la capital. Me fui dejandote con el corazón destrozado.Vos y tu orgullo, me dijiste que todo se terminaba si yo estudiaba. Vos o la carrera,-esas fueron tus palabras- Esa era la elección que debía tomar, elegí ser medica. Éramos demasiado apasionados, por eso todo término así, no queríamos compartirnos con nada.
En todos los años que estuve en la capital, mis padres jamás me hablaron de vos. Te extrañaba tanto que la vida se me hacia un infierno. Sin embargo fue mi orgullo el que me hiso seguir.Me recibí y después de algún tiempo regrese.Entonses seria la médica del pueblo.Quería estar aquí, verte, saber que había sido de vos. Fue un amigo nuestro que me encontré en la calle que me comento
-No quiere saber nada con verte, le dije - ella regreso, está aquí en el pueblo, a lo que él me contesto –No quiero que se acerque por aquí.
Aquella tarde llegue al taller, estabas como siempre, todo engrasado, pero más atractivo y mas hombre que nunca.Los años te habían beneficiado tanto que me quede sin respiración. Obviamente te enojaste tanto cuando me vistes, te salían chispas de tus ojos
-¡No tenes nada que hacer aquí, andate!
Yo estaba sin habla, paralizada
-¡No escuchaste andate!- y seguistes trabajando
Me fui llorando, con una angustia que me explotaba el pecho. Así supe lo que era sufrir en carne propia la desilusión, la misma que sentiste cuando me fui, dejándote con los sueños rotos, teniendo  que seguir y volver a empezar.
Pensé que te habías casado y que tendrías hijos, y vos, pensabas lo mismo de mi.Nos cruzábamos en el pueblo y nos odiábamos.Hasta que supe que te habías quedado solo. Quizás por resentimiento o porque esperabas mi regreso, no lo sé, solo sé que te ame como jamás podre amar, que me equivoque, porque ser medica no me hizo feliz, mi felicidad eras vos y no lo supe ver. Traté de saber que me paso, y no puedo entender porque tome aquella decisión, quizás porque éramos tan absorbentes que nuestro amor me ahogaba.
Aquella mañana nos encontramos en las puertas de la iglesia, me tomaste de un brazo y me dijiste que no podías vivir sin mí, me distes una apretada que hasta los santos temblaron, es que así éramos nosotros, descubrí el amor en tus brazos y no hubo más. Tenias lagrimas en tus ojos, tuve un presentimiento, te dije que te amaba, y que estaría siempre a tu lado, entonces, nos besámos y nos abrazamos una vez mas tan pero tan fuerte que supimos que jamás viviríamos un amor así con nadie. Te ibas de viaje a la capital, prometiste que al regresar estaríamos juntos. Espere tu regreso, era lo único que me importaba, sin vos, la vida para mí no tendría sentido.
Sigo caminando, sin pensarlo mis pasos me llevan a la escuela. Estoy llorando cuando veo lo que quedo de ella, en la que  los recreo nos juntaba y vos me cuidabas, porque ya entonces era tu amor, tu único amor, ese amor que perduro en el tiempo mas allá de las ruinas, de las aguas, de aquel viaje que te llevo.Todo se puede destruir, menos a nosotros, estaremos aquí  en este montón de escombros y mas allá de la vida, nosotros  estamos en este pueblo, abrazados, apasionados, amándonos en sus calles.
Han pasado tantos años. A mi edad solo quedan recuerdos que lastiman. Me queda el dolor de no haberte sabido amar como lo merecías.Regresé después de tanto tiempo, ya nada queda, solo nuestro amor en ruinas, en ruinas de sal.
Hay personas que van al cementerio.Después de tantos años volvieron a ponerles flores a sus seres queridos. Yo los sigo, las tumbas están allí, entonses, yo, pongo una rosa en tu última morada.

Estelacaruso jaeltete

Es ficcion


domingo, 14 de septiembre de 2014

Imágenes de Sal


IMÁGENES DE SAL


La sal se desvanece con la humedad. A veces quisiera que también sucediera así con mis recuerdos, que se deslizaran entre los dedos y después se convirtieran en nada.
El sol acaricia mi rostro en esta tibia mañana de otoño.Mis ojos ven imágenes de sal que se confunden con las que habitan en mi memoria, aquellas que alguna vez tuvieron vida. El paisaje desolado, blanco, como si las manos de un artista  hubiera pintado los arboles, aunque al ver los escombros parecen las ruinas después de un bombardeo.
Alguna vez fue mi pueblo, aquel que nos vio abrazados en las calles, locos de amor, yo con mis disiocho años y vos con veintidós, nada nos importaba más que estar juntos.  Éramos novios, nos criamos juntos en el ceno de dos familias amigas muy distintas una de la otra. Tu papa don Alfonzo, era mecánico, vestía mameluco todo el día y su casa era sencilla. Tu mamá cocinaba como los dioses, un deambular de amigos y parientes todo el tiempo y ni hablar de los sábados a la noche.Mientras que mi padre Juan Pablo, siempre de traje y corbata, contador del Banco, nuestra casa un derroche de lujo. Mi madre perfumada, profesora y con mucama, aun así, ellos eran amigos y felices de nuestro amor.
El lago tenía propiedades curativas, trayendo gente de todas partes del mundo.Pero por esas cosas de la naturaleza, llegó la sudestada y lentamente sus aguas avanzaron cubriéndolo todo hasta borrar nuestra historia.
Han quedado algunos objetos en las calles, así como estaban aquel día y eso impresiona tanto como las casas derrumbadas. El agua que es vida, para nosotros fue muerte, porque nos morimos un poco todos al tener que abandonar nuestro hogar.
Nuestros padres eran amigos de la infancia, de ir a pescar, jugar a las bochas, el asado del domingo en familia. El club donde se juntaban, solo queda algunas letras y restos, solo restos, como todo aquí, una parte por aquí y otra por allá.
Camino entre las ruinas hasta llegar a lo que fue tu casa, lo que fue del taller, del patio donde jugábamos a las escondidas y el que terminaba siempre escondido eras vos y terminabas asustándome mientras que yo no hacía más que llorar y decirte que no era más tu amiga.
Así, pasaron los años hasta que llego aquel beso robado a mis quince años en este mismo jardín, ahora, sin vida. Para que habrá resurgido el pueblo, porque no se habrá quedado como estaba, sepultado bajo las aguas, de la misma forma que estaba mi pasado, y no así, de esta manera que cada lugar me trae tu imagen, cada pedazo de escombro es tu recuerdo, no sé qué hago acá, viéndome aquel día corriendo asustada porque me besaste, no quería verte mas, cuando ibas a mi casa me escondía, me daba vergüenza.
Durante un año te evite, aunque si te veía con una chica me ponía verde de la bronca. Vos, no me hablaste mas, estabas enojado. Hasta que un día yo salía de la escuela, tenía que pasar obligada por tu casa hasta llegar a la mía que estaba en el centro. Se desató entonces una tormenta de viento y lluvia y no me quedo otra que refugiarme en el taller. Estaba toda mojada , vos con tu mameluco engrasado, yo con mi guardapolvo blanco. Estabas solo para colmo¨. Yo parada en la puerta, no quería dar un paso más.
-Pasá-me dijiste- si no te voy hacer nada.
-No así estoy bien –contesté asustada
-¡Pero vos que te pensas que soy pendeja! Te ofendiste por un beso. No me hablaste más. Ni que te hubiera querido hacer algo malo,.A veces me preguntan, que paso que no somos más amigos y yo no sé qué decir.
-Eso es problema mío.-dije, temblando hasta los dientes.
-¡Sabes que! cuando pare de llover te vas, no te quiero ver aquí.
Yo tiritaba de frio, me sentía tan mal, no sé si fue la lluvia o estar tan cerca de vos pero caí redondita en tus brazos, desmayada.
Después de aquel día nos volvimos a ver en una fiesta en el lago.Habían pasado algunos meses, esa noche estaba todo el pueblo, aunque yo, solo te vía a vos.Te acercaste a mí, obviamente sali del lugar casi corriendo, pero esta vez me alcanzaste y me distes tremendo beso del que no me pude resistir y así vinieron muchos más.
Éramos novios, de esos apasionados, que se quieren con locura, posesivos, queridos por todos, abrazados en las calles de este pueblo que me lastima, al que jamás debí regresar.Ahora no se ve a nadie, solo alguna que otra persona caminando.
Es tan poco lo que quedo de la iglesia donde nos íbamos a casar. No faltaba mucho tiempo, ya estaba casi todo listo.Entonces decidí estudiar medicina en la capital.Me fui dejándote con el corazón destrozado, vos y tu orgullo, me dijiste que todo se terminaba si yo estudiaba - Vos o la carrera- Eso fue lo que dijiste, lo recuerdo bien, esa era la elección que debía tomar. Elegí ser medica. Éramos demasiado apasionados por eso todo término así, no queríamos compartirnos con nada.
En todos los años que estuve en la capital, mis padres jamás me hablaron de vos Te extrañaba tanto que la vida se me hacia un infierno, sin embargo fue mi orgullo el que me hiso seguir, me recibí y después de algún tiempo regrese.Entonses seria la médica del pueblo, quería estar aquí, verte, saber que había sido de vos.Fue un amigo nuestro que me encontré en la calle que me comento
-No quiere saber nada con verte, le dije que habias regresado. Pero me pidio que ni te nombre. 
Aquella tarde llegue al taller, estabas como siempre, todo engrasado, pero más atractivo y mas hombre que nunca, los años te habían beneficiado tanto que me quede sin respiración.Obviamente te enojaste tanto cuando me vistes, te salían chispas de tus ojos
-No tenes nada que hacer aquí, andate
Yo estaba sin habla, paralizada
-No escuchaste andate- y seguistes trabajando
Entonces me fui llorando, con una angustia que me explotaba el pecho, así supe lo que era sufrir en carne propia la desilusión, la misma que sentiste cuando me fui, dejándote con los sueños rotos, tubiendo que seguir y volver a empezar.
Pensé que te habías casado y que tendrías hijos, y vos, pensabas lo mismo de mi,.Nos cruzábamos en el pueblo y nos odiábamos, hasta que supe que te habías quedado solo, quizás por resentimiento o porque esperabas mi regreso, no lo sé, solo sé que te ame como jamás podre amar, que me equivoque, porque ser medica no me hizo feliz, mi felicidad eras vos y no lo supe ver. Traté de saber que me paso, y no puedo entender porque tome aquella decisión, quizás porque éramos tan absorbentes que nuestro amor me ahogaba.
Aquella mañana nos encontramos en las puertas de la iglesia, me tomaste de un brazo y me dijiste que no podías vivir sin mí, me distes una apretada que hasta los santos temblaron, es que así éramos nosotros, descubrí el amor en tus brazos y no hubo más. Tenias lagrimas en tus ojos, tuve un presentimiento, te dije que te amaba, y que estaría siempre a tu lado, entonces, nos besamos y nos abrazamos una vez mas tan pero tan fuerte que supimos que jamás viviríamos un amor así con nadie. Te ibas de viaje a la capital, prometiste que al regresar estaríamos juntos, yo espere tu regreso, era lo único que me importaba, sin vos, la vida para mí no tendría sentido.
Sigo caminando, sin pensarlo mis pasos me llevan a la escuela, estoy llorando cuando veo lo que quedo de ella, en la que  los recreo nos juntaba y vos me cuidabas, porque ya entonces era tu amor, tu único amor, ese amor que perduro en el tiempo mas allá de las ruinas, de las aguas, de aquel viaje que te llevo.Todo se puede destruir, menos a nosotros, estaremos aquí  en este montón de escombros y mas allá de la vida, nosotros  estamos en este pueblo, abrazados, apasionados, amándonos en sus calles.
Aquel día en que todos nos fuimos del pueblo porque el agua avanzaba,vos te quedabas aquí como su único guardián,esperando mi regreso.
Yo veía por la ventanilla del auto que me alejaba cada vez mas de mi hogar, como todo, absolutamente todo, se convertía en nada.
Han pasado tantos años, a mi edad solo quedan recuerdos que lastiman, me queda el dolor de no haberte sabido amar como te lo merecías. He regresado después de tanto tiempo, ya nada queda, solo nuestro amor en ruinas, en ruinas de sal.
Hay personas que van al cementerio.Después de tantos años volvieron a ponerles flores a sus seres queridos. Yo los sigo, las tumbas están allí. Entonces, yo, dejo  una rosa en tu última morada. FIN

estelacaruso jaeltete

Es ficción.

jueves, 30 de enero de 2014

TU ABRAZO

TU ABRAZO
Si alguien me adoro en la vida, ese fuiste vos, en silencio, con ese amor único y verdadero que sienten las personas buenas. Me adoraste desde el momento en que nací, cuidandomé en cada instante de mi vida.
Creí, que algunas cosas eran para siempre, sin embargo, la vida me demostró que solo existen momentos, qué todo pasa, lo malo y también lo bueno.
Soy la menor de cinco hermanos varones, fui para ellos algo así como una mascota, de esas que se llevan a la cancha o al potrero , dejándola sentada en un banquito mientras ellos juegan a la pelota, para más tarde enseñarle a patear convirtiéndola en la princesa del equipo. Y así, mientras mis muñecas lucían impecables entre sedas y puntillas, mi infancia transcurría entre camiones, bolitas, y ni que hablar de subirme a los arboles, en eso, era campeona.
Para mi madre, era una muñequita almidonada, con chuflos y cintas cayendo sobre los hombros, perfumada desde que me levantaba, hasta que me agarraban los chicos y todo se esfumaba en un instante, las veces que se enojaba con ellos, amenazándolos con  –No me llevan más a la chica- pero era inútil yo era de ellos, solo de ellos.
Para mi padre su tesoro más preciado, creo que siempre sintió miedo de haber tenido una hija mujer.
Olía a tierra, a humedad, a taller mecánico y siempre la carita sucia, tanto que me quedó de apodo. Así pasaron mis días creciendo entre pantalones y no solo los de mis hermanos sino también los de sus amigos, en especial los tuyos. 
Te llamabas Julio, eras demasiado alto y flaco para tu edad, el más chico de todos. Te la pasabas todo el día metido en casa. Me tuvistes en tus brazos desde el momento en que naci, hasta me diste alguna que otra mamadera y así, siempre a mi lado.
Recuerdo aquella navidad en que trajiste escondido en tus bolsillos un papa Noel chiquito, que habías sacado del arbolito de tu casa, y juntos lo pusimos en el mío. Eras el que me limpiaba la cara y la nariz cuando estábamos en el taller y yo que era tan toqueta siempre terminaba toda engrasada, o cuando me caía en la cancha tratando de hacer un gol me levantabas del piso y me cargabas en tus brazos, siempre en tus brazos cálidos y protectores, simplemente, el que estaba siempre en todo acontecimiento, guiñándome un ojo de complicidad.
Pasaron los años, entonces, yo te quería como a uno más de mis hermanos, o como a mi hermano preferido, jamás pensé que te estabas enamorado de mí, porque a mis catorce años ya me veías de otra manera, pero no se te notaba, además que por entonces tenias veinte y yo era una niña para vos.
 Me gustaba andar descalza, así me sentía más libre, lo hacía desde niña, en aquellos veranos que el sol quema el aire y no te deja respirar, mis cabellos desalineados y siempre una solera, eso era todo, no necesitaba más para ser feliz.
También recuerdo los comentarios que venían de los demás sobre vos, decían
-¡Es feo el flaco! ¡Pero las vuelve loca a todas!
-¡Salió mujeriego el Julio! No hay mina que se le resista
 - ¡Es flaco, narigón y seductor!- y venían las risas.
Todo aquello me ponía muy celosa, el solo hecho de pensar que te fueras de mi lado y me abandonaras me ponía tan mal que cuando te veía te peleaba, -¡Que pasa que estas tan odiosa con Julio!- preguntaban algunos.
Como toda pendeja que no sabe lo que quiere, y creo que mis sentimientos por aquella época estaban bastantes confundidos, tanto que que me enamoré de un compañero de la escuela. Seguramente fué el encanto de vernos a escondidas que potencio la pasión, además a esa edad se confunde atracción con amor. 
El tenia solo un año más que yo y me buscaba, me esperaba en la esquina de casa, cuando salia del cole, me persiguió tanto que finalmente me consiguió.
Entonces era fácil soñar y decir palabras bonitas que para una niña como yo eran creíbles y sinceras, sin  darme cuenta que el también era demasiado chico.
Así transcurrieron unos meses viéndonos cómo podíamos, mis hermanos eran tan cuidas que de darse cuenta no se qué hubiera pasado.
  Aquella tarde lloviznaba y todo parecía ponerse de acuerdo. Fue tan solo un instante en que todo se transformo.Su rostro paso de la alegría al desconcierto, no sé si me miraba con odio o con desesperación. Después se alejo sin decir nada, no lo seguí, sentí que tenía que dejarlo, así era mejor.
Fui a su casa, así, como si fuera una sinvergüenza que le va a pedir algo que no le pertenece. Recuerdo que me atendió su madre y antes de cerrarme la puerta en las narices me dijo que ya no estaba.
Un nudo en la garganta y el llanto que no rompía. La sensación de que ya no había más. Todo estaba allí en aquel instante, en que el piso se movía y me tragaba, en que las cosas no son como uno se las imagina, no todo es tan blanco y hasta las relaciones se terminan en un instante para darnos cuenta que no sabíamos con quien estábamos o que simplemente nos equivocamos.
  Deje de comer y caí en cama. Mi madre se había dado cuenta y ya no lo disimulaba. Mis hermanos que no eran tontos, se lo preguntaron, ella, no pudo negarlo.
Mi padre fue el último en enterarse o a lo mejor ya lo sabía, pero se hacia el disimulado, sufríendo en silencio.
Lo fueron a buscar pero su familia ya lo había sacado de la ciudad. Hubo trompadas con el padre y sus tíos. Fuiste vos el que puso la calma.
A mí no me hablaban, me habían sentenciado, decían que mi madre me apañaba, pero no era así. Mi padre seguía guardando aquel silencio que me partía el alma.
El único que me hablaba y no dejaba de sonreír eras vos, que siempre estabas en los momentos más importantes. Pasabas a mi lado acariciándome la cabeza, me preguntabas cómo estaba y me decías -Ya se les va a pasar. 
Te vi aquel dia que jamas olvidare, observándome, parado en la galería, hoy me pregunto qué sentirías, porque si habías empezado a enamorarte de mí, además,de haberme cuidado desde que nací, seguramente estarías sangrando por dentro.
Cuando mi panza se empezaba a notar mi padre me abrazo y me dijo que no estaba sola, hubiera preferido que no dijera nada, porque comenzó a crecer en mi aquel sentimiento de culpa que hacía que huyera de todos.
Aquella tarde también lloviznaba, como la otra en que lo vi por última vez, solo que en esta nacía mi hijo. Me acompaño mi madre y cuando finalmente conocí su rostro, fueron apareciendo de a uno como quien no quiere la cosa, mirándolo de reojo y de lejos, vi como se le llenaban los ojos de lagrimas.
  Sabía que mi padre no vendría ¡Pero vos! ¿Dónde estabas? Es posible que esta vez no estuvieras a mi lado. No quise preguntar, tuve miedo a la respuesta, quizás era demasiado para vos. 
Pensaba porque no habrías de venir. Porque si todavía me dolía el abandono del padre de mi hijo, me preocupaba tanto tu ausencia.
Estaba cabeceando porque el sueño me vencía, entonces, apareció un oso tan gigante que apenas entraba por la puerta, atrás suyo estabas vos, con tu eterna sonrisa que me hacia olvidarlo todo, jamás te vi enojado, eras la alegría misma. El inmenso peluche tenía un cartel que decía - Déjame amarlo- Yo, reía y lloraba, tu mano acaricio mi rostro y fue la primera vez que percibí su calor, me deje acariciar… tus dedos recorrieron ingenuamente mi cuello y mi pelo, cerré los ojos y sentí que estaba muy lejos de allí, eso era lo que me producía verte y sentirte.
Mi hijo tuvo el padrino mas adorable, vos, y fue por unanimidad, todos los integrantes de la familia así lo quisieron.
 A veces pensaba en qué lugar de tu vida estaban tus padres, porque yo recuerdo verte largos ratos con mi mama, hablando, tomando mate, contándole tus cosas, fue a ella a quien le confesaste tu amor por mí, porque ella se daba cuenta y te lo preguntó y vos no pudisteis negárselo, así eran los dos, unidos como si fueras su hijo, tanto que no se notaba la diferencia con el resto.
A falta de un padre mi hijo fue criado por los siete hombres de la casa, incluyéndote a vos en esa lista. Mis hermanos bastante grandes ya, con novia algunos, se peleaban cuando llegaban del taller para alsarlo, y así fue creciendo, hasta que llego la cancha, las bolitas, y todo lo que realmente un varón debe tener, a diferencia mía que me criaron de la misma forma siendo una nena, y jamás creo haber sentido tanto amor, yo los adoraba, eran mis hermanos, eso que te da la vida y es impagable, un regalo de Dios, tu pura sangre, porque ellos si llevan tu sangre, bueno, vos no tenias una gota de la nuestra, pero tenias el alma impregnada de nosotros, eras tan amado por los chicos que si un día no venias te iban a buscar.
Novias, hubo algunas que transitaron por aquella casa, pero ninguna dejo huellas, recién después de mucho tiempo empezaron a casarse de a uno y a tener su propia familia.
Cuando el niño tenía diez años vos ibas por los treinta y dos y no te habías casado todavía, mis dos hermanos mayores que vos, ya andaban en esos trámites, ya era tiempo.
Con todo aquello éramos felices, formábamos una familia grande, con los problemas que todos podíamos tener, pero siempre unidos, todos juntos en el mismo barco.
Fue aquel invierno que mi madre enfermo, entonces supe lo que era ser fuerte, lo que era actuar con la razón escondiendo el corazón, porque al verla sufrir tanto, solo le pedí a Dios que se apiadara de ella.
 Nos dejo una mañana no se dé que mes, ni a qué hora, ni si había sol, solo sé que no recordé más, no quise saber, pero eso si algo paso en mí que me volvía a la realidad lentamente, sentía tus brazos conteniéndome, tu aliento en mi nuca y tu olor a hombre me hacían sentir segura y me gustaba que estuvieras, entonces yo me abandonaba en vos y el dolor se confundía con tu presencia.
Mi hijo amaba a sus tíos, jamás sintió la ausencia de su padre, pese a que yo intente explicarle, el no me quería escuchar.
Cuando cumplió catorce años apareció su papa arrepentido, estaba casado y tenía dos hijas, tuve que dejar que se lo llevara de vez en cuando porque la ley así lo quiso, de mi parte pensé que tenía derecho a conocer su identidad y creo que mi familia también.
Conoció a su familia y de apoco fue encariñándose al punto que yo me daba cuenta como se avergonzaba de nosotros. Ellos tenían dinero y otro lugar en la sociedad. El tenia esposa e hijas, lo que hacía que el viera una mama, un papa y dos hermanas, pasando el a ser el hermano mayor, algo que él no tuvo conmigo.
Me dijo que el necesitaba una familia, aun cuando aquella mujer no era su madre, pero sentía que tenía un lugar en el mundo. ¡Un lugar en el mundo! ¡Dios mío! como si todo fuera apariencia, le habían llenado muy bien la cabeza.
Entonces, un día se fue y no volvió más, me venía a visitar pero enseguida se iba. Lo veia incomodo. 
Cuando yo lo iba a ver me recibía mal, hasta que un día, me pidió que no fuera más. Así era mi vida, no tenia resignación.Lo esperaba todos los días a la salida del colegio y lo miraba de lejos, temía acercarme y que me rechazara.
Lo hable con su padre, le pedi ayuda, me contesto que el no podia hacer nada, era su desicion y habia que respetarla.
Me contuviste como siempre y te vi llorar, juntos sufrimos aquella decepción y me dijiste con la simpleza de chico de barrio que te caracterizaba, algo que jamás olvidaré -Lo criaste bien, solo que te salió chueco y finalmente mostro la hilacha.
Mis hermanos al igual que mi padre estaban deshechos, aún así trataban de darme fuerzas. Yo no hablaba, me había quedado encerrada en mi dolor,  no tenia sonrisas, ni lagrimas, era una muerta en vida, deambulaba por la casa como un fantasma, estaba porque tenía que estar.
 Por mucho tiempo no salí a la calle, creo que de alguna manera aquello nos marco a todos, fue algo que no lo esperábamos, siempre habíamos sido una familla simple y unida.
Fue tu mamá la que me dio la contención de una mujer, gracias a ella comenzé a hablar, a comunicarme con los demás.
Pero lamentablemente mi papa enfermo, mi viejito no soporto tantas perdidas, su compañera primero, después mi hijo, y verme a mí derrumbada fue decayendo lentamente, hasta que un día su corazón dijo basta.
Después de esto no nos vimos más, cada cual siguió su camino. Todo fue un dulce recuerdo, de esos que jamás se olvidan, pero ya no están, solo queda el dolor y el resentimiento hacia la vida. Creo que ya nadie quiere venir a la casa, esta tan sola, sin sonrisas, sin juventud, sin sueños, para que estar, es mejor huir.
Hace mucho tiempo que vivo sola, todos se casaron y se fueron,si hasta vos me dejaste, te fuiste a trabajar al sur. Supe que siempre me habías amado en silencio, sin decirme nada que yo pudiera mal interpretar.
 Aquel día te acompañe a la estación de tren, una vez más sentí tu abrazo que me quemaba por dentro, quise decirte que te quería y espere que me dijeras que me amabas, pero los dos callamos, vi partir el tren como en los cuentos, solo que este tren era mío, entonces, sentí que te había perdido, y con vos se iba la última esperanza que pudiera quedar en mi de algo bueno.
Te extraño, donde estarán tus abrazos que eran tan míos, si supieras como me sentía cada vez que me envolvías en ellos, no te lo dije, pero así con ellos me fui enamorando, aunque mi orgullo no me dejaba demostrártelo, ahora me pregunto dónde estarán, eran demasiado apasionados para quedarse solos.
Suelo ir al mercado, las escucho murmurar detrás de mí, se nutren sus lenguas con la desdicha ajena, pero no me preocupan, sigo mi camino y me doy cuenta que falta poco para navidad, no la festeje mas, para que, si ya no queda nada.
Al llegar a casa, veo la escalera que me lleva al altillo, se que allí está el pino con sus adornos y subo casi sin darme cuenta, estoy temblando, hace mucho que no tenia sensaciones, porqué después de tanto llorar me vacié por dentro. Así, lo rescato de unas cajas, lleno de tierra, cada rama y cada adorno es un recuerdo, allí hay una persona que dejo huellas en mi , es la vida en una caja guardada en el tiempo que aparece ahora para estrujarme el alma y llorar de emoción, por ¡DIOS! que sola estoy.
Entonces lo veo, allí está el papa Noel que me regalaste cuando tenía cinco años, el que habías quitado del árbol de tu casa, entonces siento que te perdí para siempre, porque en estos momentos te estás casando, se me arruga el corazón de solo pensarlo, lo estrujo contra mi pecho y bajo las escaleras.
Siento tu aroma, huelo profundamente tu perfume varonil, tengo miedo de girar, me quedo así un instante...
 Lentamente doy la vuelta …
  Allí estas… con tu enorme sonrisa, tu mechón cayendo en tu frente asiéndote parpadear.
Tus ojos enamorados adorando mi ser.
Yo, después de tanto…vuelvo a sonreir.. .
FIN


Es ficción

domingo, 1 de diciembre de 2013

LA SEÑORA BROWN

                                        

EL MENSAJERO
El viaje en tren fue agobiante. Descendí en el andén de la ciudad de Santa Clara que  curiosamente tiene nombre de mujer. Está rodeada de montañas y en su paisaje otoñal la niebla ya se hace presente en esta época del año. Las construcciones de las casas son tan antiguas que pareciera que el tiempo no hubiera transcurrido.
El frio me cala hasta los huesos, bajé el ala de mi sombrero y envolví mi rostro con la bufanda, ni mi sobretodo largo ni mis guantes podían resguardarme del clima del lugar. Caminé rápido, quería llegar lo antes posible a la casa de la señora Brown, seguramente allí me darían café caliente y descansaría un rato del viaje.
En el camino pude observar mucha gente mayor, supuse que los jóvenes se habrían ido a la ciudad a estudiar o a trabajar como sucede en los pueblos o ciudades chicas.
Según supe la familia Brown es una de las más ricas del pueblo y la más antigua, ya que fueron unas de las fundadoras, además de ser una familia numerosa.
Antes de emprender mi viaje trate de saber algo mas de ellos y me contacte con una persona conocida de Santa Clara, la que me dijo que la señora vive sola en su casa, y es visitada diariamente por su familia. Quedó viuda hace algunos años y desde entonces no se la ve.
Según cuentan ella y su esposo estaban distanciados tras la muerte de su hija Sara, que perdiera la vida en un viaje, lo que paso a ser un misterio del que nunca mas se habló.
Cuando el señor Brown enfermó su esposa no lo cuidó, ni lo lloró en su muerte. Es por esto que mi curiosidad por llegar y conocer a esta mujer me invade cada vez más.
Un llamador con la imagen de un león es presionado por mis manos una y otra vez en la antigua puerta de algarrobo, imagino cuando fue la última vez que atravesó el umbral, es entonces que me atiende una mujer que por su apariencia presiento que es una empleada.
La casa huele a viejo, a humedad, el empapelado de las paredes ha perdido su color con el paso del tiempo. Ya en la sala puedo observar que esta decorada con muebles de época, un piano parece olvidado en un rincón de la sala, como si nunca mas las manos de una mujer volvieran a acariciar sus teclas y lo que si me llama la atención que hay solamente un retrato, me detengo ante el y lo observo, los ojos de la joven allí retratada no me son desconocidos.
El hogar esta encendido, muy cerca de el esta Clara Brown, sentada en una mecedora. Una manta cubre su falda. Observo sus cabellos blancos y sus hermosos ojos azules, huele a jazmines y me da la sensación que es suave como el terciopelo. Me sonrie, su voz apagada me invita a sentar. Huelo a chocolate caliente que viene de la cocina, me quedo mirándola, la mujer me ha cautivado con su belleza otoñal y por un momento trato de imaginarla joven.
-No acostumbro a recibir a nadie-me dice-pero tratándose de usted.

-Señora, no voy a quitarle mucho tiempo-la empleada me sirve el chocolate al que saboreo con placer, no se si por el frio o el cansancio, pero realmente esta delicioso.

-Señor, recibí su carta, recuérdeme su nombre por favor -quizás había

olvidado mi nombre o lo hacia para asegurarse que realmente era yo quien

le había escrito.
-Vergé, Simón Vergé señora.
-Usted ha venido a traerme noticias de mi hija Sara. La debe conocer bien -se quedo en silencio, pensando, con la mano derecha apoyada en su corazón
-¿Sabe lo que paso entre nosotras?-
Con un movimiento de cabeza le dije que si.

-¿Entonces sabrá que no la pude perdonar? - me miró y comprendió que yo

sabía todo, aunque era obvio que ignoraba una parte de esa historia - Voy a

confesarle un secreto que llevo guardado hace más de veinte años y usted ha

venido a ponerle paz a mi alma. Cuando paso todo aquello le pedí que se

fuera de la casa y así lo hiso. Su padre jamás me lo perdono -mientras me

dice todo esto, su mirada esta perdida en el tiempo, da la

sensación que no esta aquí.  Y continuó diciendo -Nunca más me hablo y

nos amábamos, pero aquello destruyo su amor.

El consentía a Sara, era su luz.

Cuando supo que se había marchado no dijo nada, solo me miro, sus ojos...

ya no eran los mismos, me dio la espalda y camino vencido hacia el

jardín ...y allí se quedo,entonces... yo entendí.

Se levanto con dificultad.Se detuvo ante al cuadro.
- Es ella, se habrá dado cuenta. Tenia dieciséis años ¿Sabe? los jóvenes de hoy son diferentes, vienen y van, no dan explicaciones. Son otras épocas. Antes esta ciudad era muy moralista….y yo también. Entonces mi corazón estaba lleno de odio- la ayude a que se sentara nuevamente- después mis hijos crecieron con la imagen que yo quise que tuvieran de Sara, dije que se había ido de viaje, días después… que había muerto  -se quedo callada un instante-  No hubo tumba…ni preguntas señor Vergé, sólo el silencio.

Un silencio gélido se hizo entre nosotros, avergonzaba y dolía, no podía creer que una mujer tan dulce albergara tanto odio en su corazón, al punto de crear semejante mentira. También entendí porque se decía que Sara había muerto hacia veinte años.
-Ya sabe mi secreto señor Vergé, mentí su muerte. Debí haberla perdonado, eso pienso hoy, al fin y al cabo era mi hija….y la amaba.
-Señora Brown -me quedé mirando la alfombra roja que estaba bajo mis pies, me quedara por siempre en la retina de mis ojos como el recuerdo de aquel momento que me toco decidir - le traigo noticias de su hija, ella me pidió que la viniera a ver.
-¡Como esta ella señor Vergé!  -lo dijo descargando toda su emoción y su culpa contenida durante tantos años.
-Bien muy bien señora.Ella tiene una familia, se caso, tiene dos hijos, mire aquí están sus fotografías -con torpeza las saque de mi billetera y se las di- son sus nietos, el muchacho es Tomas y la niña Clara como usted, puede quedárselas.
La mujer tomo las fotos, sus manos temblaban mientras sus ojos miraban sorprendidos una y otra vez las imágenes.
-¿Y va a venir, que le dijo?-su vos sonó como un susurro
-Si señora va a venir  -me quedé en silencio  -si usted quiere
-¡Dígale…! Que me perdone!!!  -le costó decirlo, le costó romper con su orgullo, me di cuenta que no le quedaba mucho tiempo de vida y se iría con la ilusión de que su hija un día entraría por aquella puerta.
-También me dio esto para que le entregara -saque de mi bolsillo una medalla y se la di. Entonces la anciana no dijo mas nada, solo rompió en llanto.
Salí de la casa dejando a Clara Brown con una esperanza, con el alivio de haber perdonado a su hija. Creo que hice lo correcto y no me arrepiento por ello.
La puerta se cerró tras de mí y comencé a andar en la noche fría de esta ciudad a la que nunca más regresaré.

Mientras voy camino a la estación de tren, recuerdo aquella tarde de otoño, en la que en mi consultorio repleto de gente, me avisan que en la guardia del hospital, donde trabajaba como medico clínico, había una mujer descompensada, deje todo y me dirigí allí rápidamente.
Era una mujer joven, vestía un tanto llamativa y su maquillaje era exagerado, estaba desmayada y las enfermeras estaban reanimándola. Volvió en si y fijo sus ojos en mi, se la veía dolorida y angustiada, no dijo nada, le tome el pulso y le pregunté-
-¿Cómo se llama señora?
-Fara Nohach
-¿Ese es su apellido?-pregunté
-¡n.o.h.a.c.h! –deletreo mientras se quejaba de dolor-¡Siempre lo hago es que nadie entiende!
-¡Tranquila, tranquila! -dije-edad
-Treinta y ocho años doctor-
-Bien,¿ qué paso?  dígame.
-Vine porque tengo un fuerte dolor en el estomago… me desmaye al entrar, es la primera vez que me pasa algo así.
-Voy a darle algún calmante y le haremos algunos estudios –además de hacerle las preguntas de rutina, la mujer se marcho  con la promesa de volver para hacerse un chequeo.
No se porque me quede pensando en ella. Ya en casa por la noche se hacia presente su imagen contradictoria, por su manera de vestir  tan vulgar y su manera de ser refinada y distinguida. Aunque fue poco lo que hablo, se le notaba. Días después mi trabajo continúo con su rutina. Mi vida tranquila y solitaria, enviude hace años y solo recibo en navidad la visita de mis hijos y nietos que viven bastante lejos
Ingresé al hospital y la vi sentada en la sala de espera de mi consultorio. Estaba mucho más demacrada que aquel día que la atendí, pero se podía notar que era una mujer todavía muy bella.
Había otros pacientes antes, los atendí pensando en ella, no podía sacar de mi mente su imágen, hasta temí que se cansara y se fuera.
Sin embargo esperó.
Antes de hacerla pasar, revise los estudios que estaban junto a su carpeta médica, lo que vi fue lo ultimo que me hubiera imaginado, estaba muy enferma y tenia que ser yo quien se lo dijera.
¡Como hacerlo! En todos los años que llevo como médico jamás me paso algo así. Siempre fui firme y duro a la hora de tomar decisiones y de enfrentar a los pacientes en situaciones como esta, pero ahora flaqueaba sin saber que me estaba sucediendo.
Como lo hice durante años, parado en la puerta del consultorio y la carpeta en la mano pronuncie su nombre, solo que esta vez me sentía como el verdugo que va a dictar sentencia de muerte a una inocente.
Ella paso inmediatamente y se sentó frente a mi, no me miraba, eso me llamo la atención, sus ojos estaban fijos  en el escritorio, como perdidos.
-Señora-dije- los estudios no han dado buenos resultados…..pero un tratamiento…no…-titubeaba tanto que ella clavo su mirada en mi y casi molesta me dijo.
-¡Me estoy muriendo! dígalo doctor, ya no hay mas nada que hacer-se levanto para irse.
-¡Déjeme hacer algo por usted! déjeme ayudarla-casi le suplique.
-¡Mejor preocúpese por los pacientes que todavía tienen buena salud! no pierda el tiempo conmigo -Salió dando un portazo. Quedé tan angustiado, no había podido manejar la situación pese a la experiencia de tantos años.
Pasaron tres días y no hice otra cosa que pensar en ella. No podía dormir.  Observaba por el ventanal la noche oscura y fría, trataba de imaginar en que lugar de la ciudad se encontraría, que estaría haciendo, como estaría viviendo sabiendo que eran sus últimos momentos.
A la mañana siguiente tome la dirección de su carpeta médica y me dirigí a su casa.
Era un barrio casi a las afueras de la ciudad, no me pareció tan desagradable salvo algunos rostros que daban temor y era mejor no mirarlos por las dudas. La casa era antigua y bastante arruinado el frente. Llamé a la puerta y me atendió una muchacha muy humilde, se notaba por su forma de vestir y porque parecía darle pudor mi presencia ya que agachaba el rostro cada vez que me hablaba. Le pregunto por Farah, a lo que me contesta.
-Ella está descansando, no sé si quiera atenderlo, no se ha sentido bien últimamente.
-Dígale que un amigo quiere verla, solo dígale eso.
-Justamente señor, ella dice que a los amigos no los quiere ver, no quiere ver a nadie.
-Mire, yo soy su medico, todavía puedo hacer algo para que ella este mejor, déjeme pasar, no le diga nada, solo déjeme pasar.
Pareció iluminársele el rostro, como si mi presencia le diera una esperanza. Me llevó a su habitación. Tenía muebles demasiados viejos, todo se veía limpio, impecable, había flores en una mesa pequeña y eso le daba un atractivo especial al lugar.
La vi desde el umbral, me saque el sombrero, parecía dormida y a la vez entregada, sentí piedad, además de unos deseos enormes de abrazarla y protegerla, me acerqué y abriendo los ojos me dijo.
-¡Que terco es doctor! No pierda el tiempo conmigo, mire que venir hasta acá y dejar a sus pacientes por mi -su vos se escuchaba cansada.
-No señora ,no se la crea. Solo pasaba. Además hoy no tengo consultorio –lo dije casi sin pensar, a lo que ella sonrió por primera vez y llamando a la muchacha le pidió que me trajera un té porque estaba muy frio y también una copa de licor.
-No quiero morir en una sala de hospital. Sola. Rodeada de enfermos y médicos. Además las enfermeras me caen mal. Prefiero que sea así, acá en mi casa -sus ojos se llenaron de lágrimas-¿Qué se puede hacer por mi?  -y su llanto me desgarro el alma -  Ya esta doctor solo hay que esperar.
-Lo que se puede hacer es luchar- le dije
-¡Luchar! ¿Porque, por cuanto tiempo?
-El tiempo no lo se. Meses, talbez uno o dos años, pero no ahora,  -lo dije con la esperanza que aquella mujer se pusiera de pie y luchara por el tiempo que fuera. Pero no así entregada, así no me decía y tenia que convencerla.
-Hay que irse con dignidad verdad doctor. Luchando, eso me quiere decir,-se quedo mirando el ventanal que ofrecía unos rayos de luz de una mañana soleada- ¿Sabe qué? Prométame…¡ pero míreme! prométame que cuando llegue ese momento, no será en el hospital, en cualquier lugar menos allí.
-Se lo prometo. Voy a cuidar de usted, no se porque lo hago, pero…
-El destino doctor tiene cosas inexplicables. Usted no sabe nada de mi, sin embargo esta aquí. Hay algo que las personas no podemos manejar. Las cosas solo pasan porque tienen que pasar. –sonrió y eso me hizo sentir que yo era su destino tal como ella acababa de describirlo.
Fui su sostén. Cuidaba de ella como si fuera mi mas preciado tesoro.
La acompañe en su tratamiento. Pase noches a su lado cuando estaba internada. En su casa junto a Carola la joven que vivía con ella desde que la encontró deambulando en las calles, muerta de hambre y de frio, desde entonces fue su inseparable compañía, su perro fiel, se sentía agradecida y verla así la ponía muy mal.
Estábamos sentados en uno de los corredores del hospital, mientras esperábamos uno de esos tratamientos que le hacían y mirándome por primera vez a los ojos me dijo  -Se va a morir-  no sé si  fue una pregunta o una afirmación, el tema que me helo el alma, que seria de nosotros cuando eso pasara, yo sentía  que me estaba enamorando de aquella mujer, que  la amaba en silencio y así seria siempre, no quería herirla, ni ofenderla con la mínima insinuación de mis sentimientos hacia ella. No le conteste, creo que ella lo comprendió.
Una vez me dijo que Sara la cuidaba como si fuera su madre, no permitía que nadie se le acercara, temía que la lastimaran.
Salíamos a caminar por el parque cuando ella se sentía un poco mejor. Fueron buenos días para ella, sonreía y su semblante se veía bien.
Jugaba como niño con las hojas secas pisándola con sus zapatos escuchando el sonido que hacían al romperse.
La tibieza del otoño nos envolvía en aquellas mañanas de sol. Hablamos de todo durante horas, menos de nosotros, no sabíamos quienes éramos, pero estábamos allí, acompañándonos.
En ese tiempo nadie la vino a ver. Realmente estaba sola. Lo que me llamo la atención es que se vestía con discreción y ya no se maquillaba, obviamente no le pregunte porque el cambio.
Fue una de esas mañanas en que caminábamos por el parque en que me dijo.
-Soy prostituta - lo dijo así ,simple y sin titubeos, como si tuviera que confesarlo porque era su obligación. No me sorprendió, solo moví mi cabeza como haciendo un gesto de que no importaba, pero ella insistió
-Es importante para mi que lo sepa. Usted es transparente, en cambio yo tengo mucho de que avergonzarme. Este es un sentimiento que empecé a tener desde que lo conocí y no se porque, usted no se merece que yo le oculte quien soy, al final de cuentas a estas alturas me hace bien decir lo que llevo dentro.
-No tiene nada que decir, yo jamás le pregunte nada, la acepto con sus silencios – realmente así lo sentía, no me importaba su pasado solo que ella estuviera bien.
-Usted me ama –otra vez esa facilidad de decir las cosas y yo sentí pudor por este sentimiento que quise ocultar porque a mis años enamorado de una mujer joven y hermosa, además, no quería que ella malinterpretara mis sentimientos – Sí, me ama, solo un hombre enamorado hace estas cosas y puedo sentirlo. ¡Sabe que yo nunca quise a un hombre! No sé lo que es amar, ve porque le digo que uno no puede escapar de su destino, uno es lo que es,.
- ¡Farah…! -no me dejo decir mas.
-Mi nombre es Sara Brown… cambie mi identidad cuando empecé a deambular por la vida  - nuevamente me sorprendió - Tenia dieciocho años cuando me fui de mi casa. Mi madre me pidió que abandonara el hogar, no pudo aceptar que yo fuera tan libertina. Creí que con el tiempo me buscarían pero no fue así y como yo se quien soy jamás me aceptarían, así que yo tampoco hice nada para recuperar mi familia.
Hasta que mi madre se diera cuenta de quien era, tuve varios amoríos en una ciudad pequeña, casi un pueblo, con mentalidad y prejuicios de la época.
A mi casa venia un amigo de mi padre, un joven casado, con dos hijos. Yo empecé a seducirlo hasta que logre lo que quería. Mi relación con el duro dos años. Me tuvo que compartir con otros ocasionales, a los que tenia cuando se me antojaba.
Yo era muy atractiva. Mi madre quería que tuviera novio, claro ella ignoraba lo que pasaba. Pero un día mi amante enloqueció y me reclamo mis aventuras, a lo que yo con toda mi insolencia le respondí que el no tenia derecho porque estaba casado.
No tuve piedad, me negué a seguir viéndolo.Mientras tanto yo seguía mi vida amorosa con otros, como siempre. Una noche el se estrello con su auto y su esposa que ya sospechaba se vino contra mi y con ella las amistades de mi familia. Mi padre me defendía, pese a que yo no se lo negué, pero el decía que yo merecía una oportunidad. Mi mamá no quiso, enfurecida me pidió que me fuera de la ciudad, creo que de alguna manera ella también cuidando el buen nombre de su familia, cuidaba también sus finanzas, que dependían del resto de los integrantes del lugar.
Así fue que me alejé. Creo haber visto la imagen de mi padre por última vez desde la ventana, tenía otros hijos y no podía arriesgarlos por mí. Supongo la vida que habrá llevado al lado de mi madre, el rencor no los debe haber dejado vivir.
-¿Quiere regresar? -pregunté
-¡Ahora que me estoy muriendo! no doctor de ninguna manera. No lo hice antes menos ahora. ¿Para encima ser una carga para ellos? ¿Sabe? Desde que lo conocí acepte mi destino. Usted ha sido la única persona que me amo tal como soy, la única persona que me cuido sin pedir nada a cambio. Camina orgulloso de mi brazo y eso me ha hecho sentir que se puede ser digna cuando uno se lo merece claro y yo no se si por mi enfermedad o por que pero usted se acerco a mi y siento que algo bueno paso en mi, quizás usted sea un ángel que me ayudo a redimirme - y sonrió.

Sara lucho, tuvo una mejoría en la que le permitió disfrutar de las cosas simples. Largas caminatas de mi brazo. Ir a pasar el día al campo junto a Carola. Cultivó plantas y las vio florecer. Sobrevivió el cruel invierno y la tibieza de la primavera con su paisaje en flor la vio sonreír  feliz.
Visitamos a mi familia en la playa. Compartimos con mis hijos y nietos aquellos días felices.
Mis hijos creyeron por su manera refinada y culta que tenia que era una médica del hospital y algo pasaba entre nosotros, no los contradije, deje que lo creyeran
Hubo algo entre mis hijos y yo que no sucedía hacia tiempo ya que los veía solo en navidad. Me di cuenta que Nicolás todavía tenia las mismas costumbres al levantarse, se sentaba a desayunar sin siquiera haberse lavado la cara y peinarse, algo que yo siempre reproche. Sebastián seguía mascando chicle y los pegaba bajo la mesa , recuerdo como me enojaba y se los hacia sacar. Vi mis nietos con cada una de sus mañas y travesuras.  Costumbres de la  rutina que tiene una familia. Fueron buenos días en los que me reencontré con mis seres tan amados .
Sara no conocía el mar, la vi caminar por la arena con sus pies descalzos. Había algo en ella que hasta me parecía ingenuo, lejos de ser el demonio que ella misma se autodefinió.  Fueron  tiempos  de bendiciones en la vida de Sara, ahora se podía decir que estaba en paz con ella misma.
Cuando comenzó a decaer entendió que se acercaba el final, entonces me dijo.
-Hay un tiempo para todo. Tiempo para equivocarse y tiempo para redimirse, para  asumir las culpas y pedir perdón, para vivir y para morir -y sacando la medalla que llevaba en su cuello dijo -llévele esta medalla a mi madre y dígale… que le pido perdón.

Sara Brown se fue una tarde de verano, en su casa como se lo prometí.
Vi  por última vez la imagen de Carola, despidiéndola en su última morada. Sola con los recuerdos como lo hace una verdadera amiga y aunque ella no lo sabe la dejo heredera de su fortuna ,que le corresponde en Santa Clara. Tengo en mi poder un testamento que hare valer cuando corresponda.

Caminé por las calles bañándome en nostalgia, buscándola en cada lugar que estuvo, en el suelo que piso, en los arboles que la cobijaron con su sombra y en la arena blanca que acaricio sus pasos. Una brisa suave acarició mi rostro, supe que era ella acompañándome en cada momento de mi existencia. Miré el cielo donde dicen que se van los mortales, entonces no vi oscuridad, solo su luz que me envolvió y estará siempre donde quiera que valla.
 Ahora estoy aquí en la estación de Santa Clara. La casa de la señora Brown ya no se ve, pienso en el destino que me llevo a estas dos mujeres en el que de alguna manera fui el mensajero de una mentira, porque las fotos que le di son de mis nietos, solo la medalla fue de Sara, pero estoy tranquilo, esa mujer se quedará con la esperanza de que algún día la volverá a ver y que las dos se perdonaron.

fin

Es Ficción

ESTELA CARUSO jaeltete